viernes, 8 de enero de 2010

49 AÑOS

Se va adosando en mí…
el tiempo,
tiempo que no deja tregua,
y las penas y las arrugas
se tatúan en el alma
y en el rostro…
sin piedad ninguna.

La felicidad es efímera
y escurridiza; tiene días,
tiene sones, tiene a veces…
melancolía.
Es un rayo fugaz,
un suspiro entrecortado,
un atolondrado chiflón
que va marcando.

Y los días pasan,
llegan, porque siempre llegan,
porque siempre cumplen
a no ser que ya no exista,
grabando, anunciando,
recordándome que…
ese surco implacable
de los años vividos
me encuentran en un estado
de total desencanto.

DE QUE ME SIERVE AMARLE

De que le sirve amarle,
si jamás podrá ser suyo,
sólo es un conjuro brujo,
sólo un capricho destino.

De que le sirve escribirle,
si no lee lo que dice,
es un geoglifo en el desierto,
y el tiempo desvaneciendo.

De que le sirve quererle,
si su voz no le llega,
sus brazos no le alcanzan,
y su boca no le besa.

De que le sirve el poema,
si de nada ya le ayuda,
ni siquiera una palabra,
o un te quiero que de él salga.

SIN TÍTULOS Y CORONA

“Si escribo por el reconocimiento de mi “supuesto” talento”
¡Estoy perdida!

No deseo perder la esencia que un día me inició en las letras,
fue desde niña, que ellas me envolvían,
pincelaba garabatos cuando amé por vez primera,
o cuando en mis manos un nido, lograba atrapar de un árbol.

Cuando triste yo estaba, corría en busca de mi diario,
y en él iba dibujando, trazo a trazo mis pasos;
no sabía que iba jugando con las letras, y tampoco que iba
rimando, cuando un día descubrí a Neruda y Gabriela,
supe que encadenando palabras salían pinturas abstractas,
y así podía decir subliminalmente, lo que no quería que se supiera,
y fue así mi camino supliendo tal vez cargas y falencias.

Hoy que ya voy casi para los cincuenta, agradezco a la poesía,
y a el lugar que me abrió las puertas para compartir mis simples
letras, letras que ha sido mi catarsis, mi mejor amiga y compañera.

Por eso no me importa ser reconocida, ni me importan
premios o diplomas; y si un día me lo dicen u otorgan…
¡Qué lindo! ¡Muy bien y agradecida!
Pero no es mi mayor afán… tener títulos o coronas.

ILUSA

ILUSA

No niego que me aturdí
de singular compendio explicativo,
“que el árbol pertenecía al bosque nativo”
y en el caudal del torrentoso río…
se me cayó la imagen
que en lo alto de aquel cedro
erguía y casi era ya venerada.
Mentecata e ilusa me sentí,
pero luego pensé,
es que no soy docta,
como para comprender a genios.
Y no es nada personal,
sobrenatural
ni tampoco resentimiento;
es simplemente… que abrir los ojos
a veces es salvavidas.