Se va adosando en mí…
el tiempo,
tiempo que no deja tregua,
y las penas y las arrugas
se tatúan en el alma
y en el rostro…
sin piedad ninguna.
La felicidad es efímera
y escurridiza; tiene días,
tiene sones, tiene a veces…
melancolía.
Es un rayo fugaz,
un suspiro entrecortado,
un atolondrado chiflón
que va marcando.
Y los días pasan,
llegan, porque siempre llegan,
porque siempre cumplen
a no ser que ya no exista,
grabando, anunciando,
recordándome que…
ese surco implacable
de los años vividos
me encuentran en un estado
de total desencanto.
viernes, 8 de enero de 2010
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