TRANSFIGURACIÓN

Transfiguración

Los cambios de la vida son muchas veces radicales, tajantes, definitivos,
y eso hace que a veces cuestione y no comprenda ¡será que acostumbramos
a vivir desde que nacemos paso a paso! El crecimiento humano es paulatino,
de un día a otro no aprendemos a caminar, hablar, o comer, incluso,
tardamos años para saber lo poco y nada que se supone sabremos a una edad
adulta.
Y entonces… por qué, esos quiebres terminantes hacen del piso una jalea
de frutilla, un arenal movedizo, un cristal delgado, o un foso profundo oscuro.
La jalea por lo menos es fresca y olorosa, pero el foso castra y apesta, en los
pies se producen heridas al quiebre de cristales, y lo curioso que al pisarlos
saltan y se incrustan en el pecho traspasando el dolor directo al corazón
que todavía tiene el sonido del palpitar de la cordura.
Y las manos se hunden en la movediza arena, y es como si las fragmentaran, o
más bien como que cortaran las alas. Sin embargo a lo lejos en el horizonte,
hay un espejismo que tiene luces de distintos colores, unos son azules,
otros son anaranjados con sabor a naranja y colores brillantes que enceguecen,
pero estos colores tienen sonidos, sonidos tenues, dulces, esperanzadores.

Y entre tanto decir, los radicales cambios se producen, y tenemos… tengo,
que estar atenta a lo que pueda venir, porque de un tiempo a esta parte,
nada de lo que suceda me resulta eterno o permanente, es que las luces se
van mimetizando con mis estados, o más bien los estados se acoplan a los
sucesos.