jueves, 5 de agosto de 2010

A ÉL




El tiempo ha transcurrido inexorablemente y le he sentido tan cerca, como el susurro del mar en noches de verano, como si el silencio de una noche me hiciera escuchar nítidamente el canto de grillos en el estero cercano o el vuelo de las aves nocturnas o el murmullo de olas en las rocas, le he sentido tan cerca de mi alma y el palpitar se une a mis sentidos alucinantes.

El tiempo ha sido la unión de que algún día los otoños se conviertan en primaveras perennes, aunque esa alianza sea un relámpago o una fugaz sonrisa que se quede plasmada en alguna estrella.

Le he amado como nunca amé a nadie, con claridad y transparencia, sin el apuro de tenerle, sin pedir, sin esperar, sin siquiera tener una esperanza,
sólo amarle por lo que es, por lo que ha sido, porque no hay falacia en sus palabras y en sus ojos, porque la tempestad es una pequeña llovizna cuando le siento, porque las tinieblas se convierten en nubes blancas cuando le pienso en mis silencios o es nítida melodía a mis sentidos cuando siento que me besa.

El tiempo dirá si le encuentro en el rincón azul de mi universo, o quizás sea para siempre la verdad de un corazón abierto.

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