El amor de Dios es de color blanco,
él nunca limita, nunca me altera,
su cariño siempre fiel y es muy franco,
él es mi escudo diario y mi bandera.
El de mis hijas es color sagrado,
sabor esperanza como sus ojos,
canto melodioso, abellotado
y de gran sentimiento sin despojos.
Mi esposo tiene suave aroma a roble,
firme como las ramas y sujeta,
con corazón de niño y ramas nobles,
fuerte y muchas veces color violeta.
Mis padres son rubíes ¡Los adoro!
Aromas a hierba húmeda de menta,
manantiales de besos que atesoro,
canción inmaculada que contenta.
Los amigos bicolores, el cielo,
dan cada uno ellos sabores distintos,
rosas, cerezo, limón y ciruelo,
sonatas de cariño y de jacintos.
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